En la Iglesia primitiva (de ahí el martirio), en aquella época en la cual los seguidores de Cristo eran perseguidos por judíos, fariseos, romanos, entre otras, es en donde aparecen los primeros mártires, aquellas personas que dieron su vida por testimoniar el misterio de Cristo y propagar la fe. 

Pero, ¿qué es un mártir dentro de la Iglesia católica? Es aquel cristiano que da la vida por sus amigos y ha llegado a descubrir en Jesucristo la verdad más profunda de su existencia, y nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esa certeza. Su vida no necesita largas argumentaciones para convencer, suscita entre los que le rodean una gran fe, esperanza y caridad. 

Desmenucemos esta definición: 

Aquel cristiano…. 

¿Qué es ser cristiano? Ser cristiano es confesar que Jesús, quien nació de la siempre virgen María, es hijo de Dios y con su muerte en cruz, nos ganó el perdón de nuestros pecados, la salvación y nos hace partícipes de la gloria eterna, que es la víctima de la nueva alianza, el nuevo y eterno pacto entre el Padre y sus criaturas para volver a su lado. Ser cristiano es confiar en esto, tener fe y seguridad de esto, confesarlo con la mente y el corazón, con la razón y los sentimientos. 

Da la vida por sus amigos…. 

¿Darías la vida por un amigo? Jesús lo hizo, al igual que muchos otros después que Él, cuando consideramos a alguien como un verdadero amigo, estamos hablando de una forma de amor, el amor más puro que hay; el amor con el alma, no de una forma humana, sino espiritual; no de una forma en la que se satisface la parte humana de cada uno de nosotros, sino la parte espiritual, se comparten experiencias y se sabe que esta bien. A pesar del tiempo, la distancia, siempre podremos contar con Él y Él con nosotros. Esa es la amistad de la cual el Santo Padre Benedicto XVI nos haba en su encíclica Deus Caritas Est y nos invita a imitarlo. 

Descubre en Jesucristo la verdad más profunda de su existencia…. 

¿Qué han hecho los santos para ser santos? Descubrir en Jesús, en el Cristo, su forma de vivir, en palabras de San Charles de Foucauld, “Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no tenía otro remedio que vivir para Él solo: mi vocación religiosa data del mismo momento que mi fe: ¡Dios es tan grande!”, en Dios mismo encontraron la plenitud de su vida, en vivir de acuerdo a lo que Dios les pedía, en discernir adecuadamente a la luz del Espíritu Santo, lograron acercarse de tal forma a Cristo, que adoptaron su forma de ser. 

Iglesia y martirio

Nada ni nadie podrá arrebatarle jamás esa certeza…. 

Cuando uno descubre la acción salvífica de Dios en su vida y comprueba que es ejemplo vivo de la historia de salvación, en ese momento nada, ni nadie podrá separarlo de Dios, en palabras de una gran mística, Santa Teresa de Ávila, “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta.” Solo Dios basta. 

Su vida no necesita largas argumentaciones para convencer…. 

En las palabras de San Antonio de Padua, “Un cristiano fiel, iluminado por los rayos de la gracia al igual que un cristal, deberá iluminar a los demás con sus palabras y acciones, con la luz del buen ejemplo“. Nunca será necesario hablar de más para convencer a alguien del gran amor de Cristo, basta con nuestras obras y acciones, basta con ser fieles testimonios de la caridad de Dios, como el refrán tan coloquial, “Una palabra enamora, pero una acción arrasa” 

Suscita entre los que le rodean una gran fe, esperanza y caridad…. 

Y por último, el que es cristiano, que demuestra con su vida que se puede seguir a Cristo, imitarlo, incluso entregarse por amor a sus amigos, genera en aquellos que lo rodean un ambiente de paz, que por consiguiente también, iluminan la fe, fortalecen la esperanza e inflaman el corazón para darse del mismo modo en la caridad. 

Ahora bien, después de desmenuzar esta definición, podemos darnos cuenta que ser mártir o vivir en el martirio, no es sufrir, es entregar la vida, alegre y voluntariamente por aquellas personas que se ama, comenzando por aquel que nos amó primero, es decir, Jesús. Todos podemos ser mártires, y si todos lo fuéramos, la Iglesia que nuestro Señor pensó, sería una realidad, entreguémonos pues en Cristo, en la caridad, en todo aquello que Dios quiere que seamos aquí en la Tierra, y estemos ciertos de una sola cosa, Dios solo quiere que seamos felices. 

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