La Virgen María tiene una gran presencia en la vida católica. A través de ella nos acercamos de la mejor manera a Cristo, por su intercesión. Ella es una mediadora para llegar a él, ocupando un lugar muy especial por sí sola como madre de Dios, pero bajo la mediación de Cristo. 

Al decir mediadora, tomemos como ejemplo que todos nosotros, a la par, somos mediadores cuando pedimos por alguien más y ella con su hijo, tiene una unión completa, ya que es su más fiel discípula y miembro perfecto de su Cuerpo Místico. 

Nuestra Santísima Virgen María es considerada Reina del Cielo y de la Tierra, por el poder de su hijo Jesús, verdadero Hijo de Dios, de quién recibimos toda bendición. San Bernardo, hablando de relación de María con su hijo, apuntó “… necesitamos un mediador cerca de este Mediador, y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María”; entonces todos nosotros como sus hijos, también nos vemos favorecidos de su amor maternal, descubriéndola como mediadora ante nuestro único Mediador. 

María, madre de Dios
María, madre de Dios

… la misión materna de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo; antes bien, sirve para demostrar su poder. … se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes en Cristo, la fomenta.” (Concilio Vaticano II, “Const. Lumen Gentium”, 60). 

Los invitamos a seguir leyendo más notas como esta, recuerden que esta semana iniciamos el día 12 de diciembre celebrando a María, madre de Dios.

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