Día a día tomamos decisiones, y estas decisiones van formando nuestro futuro, en nuestra fe, debemos estar seguros de que Dios solo quiere lo mejor para nosotros, y que las decisiones que tomemos deben ser siempre inspiradas por el Espíritu Santo.
Para este fin, de saber elegir siempre guiados por el espíritu de Dios, tenemos la herramienta del discernimiento. Uno de los grandes santos de nuestra Iglesia, San Ignacio de Loyola, escribió un libro que trata acerca de este proceso de discernimiento. Los ejercicios espirituales, que si bien, puede sonar como un proceso largo, cuando se han aprendido y se ponen en práctica, hace más fácil la toma de estas decisiones.

Lo primero que hay que aclarar es que uno nunca discierne entre algo malo y algo bueno, pues si es malo, ¿porque habríamos de elegirlo?, se discierne entre algo bueno y algo mejor.
Algunos puntos que San Ignacio nos regala para un buen discernimiento son:
- Tratar de ser “indiferente”, es decir, sentirnos libre para obtener un resultado. Por ejemplo, si estamos discerniendo si vamos o no a visitar un amigo enfermo al hospital y estamos demasiado preocupados de si nos vamos a enfermar, no somos “libres”. Algo nos está impidiendo el hacer un bien. “Indiferente” no quiere decir que no nos importe, sino que estamos libres para seguir los deseos de Dios.
- Pide la ayuda de Dios. El discernimiento no se lleva a cabo por su propia cuenta. Necesitamos la ayuda de Dios para escoger el camino correcto, hay que realizar nuestro discernimiento bajo el contexto de la oración, acoplando además el intelecto: “confía en tu corazón, pero usa tu cabeza”.
- Sopesar los “movimientos” dentro de uno mismo, para ver cuál es el que se origina en Dios y cuál no. Como dice San Ignacio: el “Buen Espíritu” te traerá apoyo, aliento y paz mental. Lo opuesto sería el “Mal Espíritu”, este nos causa ansiedad y presenta falsas trabas para obstaculizar nuestro progreso espiritual. Normalmente, esto se manifiesta como la voz del
egoísmo. La persona con experiencia en cuestión del discernimiento pronto se vuelve experta en identificar estos movimientos sutiles en su corazón. - Si no hay una respuesta clara, puedes recurrir a otras prácticas sugeridas por San Ignacio. Podemos imaginarnos a alguien en la misma situación y pensar qué consejo le daríamos a él o ella: esto nos puede ayudar a disminuir la influencia de nuestros deseos desordenados en el discernimiento. O pensar cómo juzgaríamos nuestra decisión en el lecho de muerte: esto puede ayudarte a priorizar lo que es importante en nuestra vida.
- Por último, después de hacer un buen discernimiento experimentarás un sentimiento de lo que Ignacio llama “confirmación”, o un sentido de rectitud. Te sientes en sintonía con los deseos de Dios porque tú estás en su misma frecuencia. Y esto naturalmente trae paz. La acción de la gracia de Dios dentro de los corazones de los creyentes, que ayuda a tomar decisiones buenas, saludables y dadoras de vidas.

Estos consejos pueden ayudar a tomar mejores decisiones en nuestro camino a la santidad, y como decía San Ignacio, “¿De qué sirve ganar el mundo, si al final pierdes el alma?”