El momento de reflexión, late y bombea a una conversión para volver a Dios, un tiempo para borrar faltas, para creer, para latir con Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nuestro corazón. Es necesario hacer una transfusión de redención para eliminar los pecados.
Con ayuno, oración y una derrama de acciones a nuestro prójimo, son las condiciones y expresión de nuestra conversión. Es necesario acudir a la verdad que se manifiesta en Cristo, esto significa dejarse alcanzar por la palabra de Dios. Con un Miércoles de Ceniza de apertura y con un término en el Jueves Santo de Triduo Pascual (Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección).
Contamos 40 días no exactos, en la Biblia se simboliza con el 4, a un universo material seguido de ceros que significa el tiempo de vida de la Tierra, con sus pruebas y dificultades como por ejemplo los 40 días de diluvio, los 40 días de Jesús en el desierto, los 40 años de la marcha del pueblo judío por el desierto, los 40 años de Moisés y Elías en la montaña y los 400 años del pueblo judío en Egipto.
Tomando el color morado, que significa penitencia, practicamos la oración que nos lleva al encuentro con Dios, la penitencia que se realiza cotidianamente y sin necesidad de grandes sacrificios, aunado a una caridad que es necesaria, para llegar a la Pascua santificado.
¿En qué consiste el ayuno y la abstinencia?
En el ayuno, se ingiere una sola comida fuerte en el día, mientras que la abstinencia es no comer carne.
Si tenemos la gracia de la felicidad en casa, como hijos y amigos de Dios, nuestra Cuaresma será entonces un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados. Todo ello invitándonos a hacer conciencia en la sociedad, siempre con un propósito para responder a estas necesidades a través de obras de misericordia y oración. En ello va la misericordia corporal, como se demuestra en:
- Visitar a los enfermos.
- Darle de comer al hambriento.
- Darle de beber al sediento.
- Proteger a las personas que se encuentren sin hogar.
- Vestir al desnudo.
- Enterrar a los muertos.
- Visitar a las personas encarceladas.
También lo debemos mostrar en lo espiritual, como en:
- Dar buen consejo al que lo necesita.
- Consolar al que esta triste.
- Perdonar al que nos ha ofendido.
- Enseñar al que no sabe.
- Corregir al que se equivoca.
- Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
- Rezarle a Dios por los vivos y por los difuntos.
Si se realiza este ejercicio de obras de misericordia, se comunica con la gracia a quién la ejerce, y con ello hacemos o cumplimos con la voluntad de Dios, teniendo en cuenta que esto funciona como “una goma” que borra las penas que da el alma por todos nuestros pecados … “Esperando coexistir en el amor, la misericordia y la justicia”.