Cuando comienzas en la etapa de la adolescencia te sientes invencible, piensas que todo mundo está en tu contra y que… “Mamá solo quiere arruinarme la vida, no me deja ser feliz.” “Quieres comerte el mundo, en una sola mordida”, “Quieres correr, antes de aprender a caminar” y podría seguir con infinidad de frases que escuchamos de nuestros padres cuando no nos daban permiso de salir o hacer algo que queríamos; ahí entiendes que nadie dijo que sería fácil la vida.

Nadie dijo que sería fácil la adolescencia
Nadie dijo que sería fácil la adolescencia

Cuando yo tenía 15 años tenía ganas de hacer infinidad de cosas, probé por primera vez el alcohol y llegué a escaparme de mi casa algunas veces para poder ir a una fiesta, efectivamente quería correr y hacer cosas de adulto aún siendo una niña.

Alguien una vez me dijo “realmente estás preparada para ser un adulto”, no solo es fiesta y diversión también hay obligaciones y responsabilidades que hay que cumplir. ¿Estás preparada para estar al frente de una familia, guiarla y ser el escudo ante cualquier mal?

En esos momentos no entendí esas palabras y… sí, me comí mi adolescencia en un solo bocado. Fui madre a los 16 años, obviamente mi vida cambió totalmente, dejé la escuela, tuve que buscar empleo, muchos de los que eran mis “amigos” se fueron y el “friends forever and ever” perdió el sentido.

Tuve que madurar tan rápido, porque era cierto que tenía que ser escudo para mi familia ante cualquier cosa. Y aunque suene muy repetitivo, es justo en ese momento cuando entendí a mi madre.

Nadie dijo que sería fácil

Entendí que no quería arruinarme la vida, solo quería protegerme.

Protegerme del dolor de ver a mi hija enferma, tendida en una cama, llena de aparatos y cables.

Protegerme de las crisis de ansiedad y nervios porque el sueldo no me alcanza y ya se viene el pago de la renta y las colegiaturas.

Protegerme de un corazón roto al ver que el padre de mis hijos me dejaba sola con toda la responsabilidad sin importarle nada.

Protegerme de no saber qué decirle a mis hijos cuando preguntaran si papá no los quería o por qué los había abandonado.

Solo quería protegerme de ser un adulto.

Mi mamá me enseñó a ser fuerte, pero sobre todo a ser Madre y ahora trato de guiar a mis hijos de la misma manera, sé que los tiempos han cambiado y que la educación ahora es muy diferente, pero los valores y el amor sigue siendo el mismo que Jesús nos enseñó.

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